martes, 25 de octubre de 2011
Los piratas Blanco y Negro
Hace muchísimos años, el pirata Negro navegaba por los mares. Su bandera era negra, su barco era negro, sus velas eran negras. Su sombrero y sus botas también eran negros. El pirata Negro solamente pirateaba y robaba barcos que llevaran cosas de color negro. Carbón negro, perlas negras, muebles hechos de ébano (que es una madera negra), pimienta negra y cualquier otra cosa que fuera tan negrísima como su nombre.
El pirata siempre atacaba en las noches sin luna que, como todo el mundo sabe, son las más negras. Pero una mañana lo despertó el grito de un marinero.
—¡Capitán Negro, barco a la vista!
El pirata se puso unos anteojos negros y salió del camarote (que es como se llaman los dormitorios de los barcos). Tomó su largavistas y vio ¡oh, sorpresa! un barco blanquísimo en el horizonte.
—Debe ser el barco del pirata Blanco —le dijo el marinero.
Y así era. Al contrario del pirata Negro, el pirata Blanco tenía una bandera blanca y un barco blanco con velas blancas. Su sombrero y sus botas eran blancas y solamente pirateaba y robaba barcos que llevaran cosas de color blanco. Azúcar blanca, harina blanca, perlas blancas, pimienta blanca y cualquier otra cosa que fuera tan blanquísima como su nombre. Además, el pirata Blanco siempre atacaba al amanecer que, como todo el mundo sabe, es la hora más blanca.
Lo cierto es que los dos piratas, el Negro y el Blanco, se encontraron en medio del mar. Como ninguno quería robarle nada al otro, decidieron tomar un café (negro) cortado con leche (blanca). Mientras tomaban café con leche, el pirata Negro dijo:
—Estoy harto de piratear cosas negras.
—Yo también estoy cansado de robar cosas blancas —respondió el pirata Blanco.
Y, por esas casualidades que solamente pasan en las historias de piratas, el marinero gritó:
—¡Capitanes Negro y Blanco, barco a la vista!
Los dos piratas se pelearon por tomar el largavistas y vieron, con mucha sorpresa, que se acercaba otro barco. Su bandera era verde, roja, amarilla y azul. Los costados del barco estaban pintados de violeta y naranja. En la proa (que es la parte de delante de los barcos) estaba el pirata Arcoiris con su sombrero verde y sus botas rojas.
—Muy buenos días, mis amigos —dijo el capitán Arcoiris cuando desembarcó en la nave donde estaban sus compañeros piratas—. ¡Hermoso día! El mar está verde como las hojas de primavera y el sol brilla como una naranja madura.
—¿Qué verde? —dijo el pirata Negro.
—¿Qué naranja? —dijo el pirata Blanco.
—¿No pueden ver los colores? —se asombró el pirata Arcoiris—. La vida no es en blanco y negro. Miren el verde del mar, el naranja del sol, el azul del cielo, el rojo de mi planta de malvón.
—Yo solamente veo el color negro —dijo el pirata Negro.
—Yo solamente veo el color blanco —dijo el pirata Blanco.
—Creo que tengo la solución para sus problemas —dijo el pirata Arcoiris. Y sacó del fondo de su bolsillo dos pares de anteojos muy especiales que había fabricado un experto sabio chino—. Usenlos y verán colores que ni se imaginan.
Cuando el pirata Negro se puso uno de los anteojos gritó:
—¡Me encanta ese sol naranja! Quiero piratearlo y llevármelo a mi barco.
Cuando el pirata Blanco se puso el otro par de anteojos gritó:
—¡Me encanta ese mar verde! Quiero robármelo.
Mientras tanto, el pirata Arcoiris se reía.
—El sol es de todos y nadie puede robarlo. El mar es demasiado grande para piratearlo.
—¿Y te puedo piratear esta planta tan roja y bonita? —preguntó el pirata Negro señalando el malvón.
—No hace falta —contestó el pirata Arcoiris—. Yo te doy un gajo para que lo plantes y tendrás todos los malvones que quieras.
Además del blanco y del negro, gracias a sus nuevos anteojos, los feroces piratas aprendieron a descubrir todos los colores. El pirata Negro se dedicó a cultivar malvones y el pirata Blanco navegó muchos años mirando el verde del mar y el azul del cielo. Y, desde entonces, todos llevaron la misma bandera multicolor.
Cuento de Graciela Pérez Aguilar.
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